Viaje a Malta (I)

8 05 2008

La historia del viaje de Malta se remonta dos meses atrás, a principios de febrero, cuando decidimos hacer un viaje barato a algún sitio. En apenas 2 horas elegimos destino, reservamos el hotel y el coche de alquiler y compramos los billetes. Solo quedaba esperar hasta el 18 de abril.

Llegado el día fuimos hasta el Aeropuerto de Girona para coger el vuelo que salía a las 06:45 (sí, una paliza, pero es lo que tiene viajar barato).

 Nuestro vuelo!

Esta vez, recordando el pasado viaje al extranjero, no facturé equipaje. Durante el vuelo pude ver como salía el sol sobre el Mediterráneo y como nos aproximábamos a la isla de Malta. Aterrizamos 3 horas después, con 20min de adelanto.

 Amanecer en el Mediterráneo

 

Recogimos el coche en el aeropuerto (un Fiat Punto) y empezó la odisea de llegar al apartamento ubicado en St. Julian’s (a 8km del aeropuerto, y para que os hagais a la idea, una espécie de Salou). Digo odisea porque atención, había que conducir por la izquierda con el volante a la derecha, a parte de la mala señalización de las carreteras y su estado. En fin, tardamos 2 horas en llegar al apartamento (ubicado en una calle que podría ser perfectamente la de los Slammers).

Pero no os lo perdais, el bloque de apartamentos no tenía recepción y había que ir a buscar la llave a un hotel cercano (nos enteramos gracias a aquél chico de Murcia que nos vio con cara de lelos). Después de todo, sirvió para perfeccionar el inglés.
Una vez instalados nos fuimos andando a la playa, en St. George’s Bay, a hacer el guiri y coger ese color tan bonito, el rojo gamba. Comimos en un bar de playa un poco de cocina Mediterránea amenizada con cerveza local. De ahí, entre el sol y la torrija a dormir la siesta.

St. George’s Bay

Por la noche nos fuimos a Mdina una ciudad enmurallada, al lado de Rabat. Anteriormente fue la capital del país hasta 1750, que cedió el puesto a La Valetta.
Entramos a Mdina por la Puerta de los Griegos, más tarde fuimos a parar hacia la plaza de San Publio, donde estaba ubicado el palacio de Vilhena. Seguimos paseando por las calles semioscuras de la ciudadela hasta dar con la catedral de Mdina.

 Silvia posando en la Puerta de los Griegos
 Plaza de San Publio
 Palacio de Vilhena
 Catedral de Mdina

Llegados a este punto nos entró hambre y empezamos a buscar algún restaurante donde cenar a un precio razonable. Para ello tuvimos que salir fuera de la ciudadela y coquetear por las calles exteriores viendo lo religiosos que son los malteses, no había ninguna esquina sin ningún santo.

Un honor para San José

Finalmente preguntamos a un hombre donde podíamos comer, «excuse me, do you know some place where we can eat a good typical maltese food?». El tío nos vio cara de primos y nos llevó al bar donde tenía comisión. Pero pudimos probar las salchichas maltesas (de un diametro nominal tremendo) y el queso de Gozo, condimentado con especies, a parte de nuggets de pollo y porkchop (ya se notaba la influencia de los hijos de la Gran Bretaña).

En el plato central el porkchop, en un segundo plano la salchicha y el queso

Llenos hasta reventar nos fuimos para el apartamento con nuestro Punto. Al final le llegué a pillar el tranquillo a esto de entrar a las rotondas por la izquierda. Aparcamos cerca del apartamento y escuché un ruido extraño, que me hizo temer algo chungo, hasta el día siguiente no lo sabría.

Para rematar nuestra llegada a Malta decidimos salir por la noche, aprovechando que nuestro apartamento estaba en plena zona de las juergas. Después de intentos infructuosos, buscando algún local decente donde no hubieran preadolescentes, nos metimos en uno de estilo inglés que estaba muy bien, cócteles a 2.5€!!! Así terminó nuestro primer día en Malta.